Nosotros, quienes conformamos la Red de Unidades Educativas
Ignacianas, sintiéndonos profundamente partícipes de las realidades que vivimos
como ecuatorianos, contribuimos con el horizonte común de la Compañía de Jesús
en el Ecuador, es decir, ratificamos que
“queremos un Ecuador
con sujetos activos del desarrollo integral del país que incidan en la
transformación de la sociedad desde los valores del Evangelio, sujetos
compasivos y críticos, capaces de asumir su dignidad de seres humanos y de
responder creativamente a los vertiginosos cambios del mundo”. (Horizonte común del Plan Apostólico de la Provincia
Ecuatoriana de la Compañía de Jesús 2017-2020).
Somos conscientes de la gran riqueza natural y humana que
tiene nuestro país: de la biodiversidad presente en nuestro territorio y de la
diversidad cultural de nuestras comunidades, así como también de los grandes desafíos
que enfrentamos universalmente como humanidad. Por ello, caminamos en la transformación educativa de nuestras instituciones, desde el carisma que nos caracteriza, como aporte a la construcción
esperanzada de otra historia más humana y, por tanto, más de Dios.
“Hay que vivir en
diálogo con el ancho mundo para no recluirse en el egoísmo, para no consumirse
en la soledad, para no perder esa esencial condición humana que es la
comunicación-comunión-participación. No podemos dejar pasar la Historia,
debemos hacerla también...”. (Pedro Casaldáliga)
Para llevarla a
la práctica, nos inspiramos en el Congreso Internacional de Delegados de
Educación de la Compañía de Jesús celebrado en Río (2017)
“Estamos llamados a un discernimiento genuino en
continuidad con nuestra herencia espiritual para responder creativamente a los
desafíos de nuestro mundo y las nuevas generaciones que asisten a nuestros
colegios. Somos conscientes que nuestra tradición nos llama a participar en una
conversación continua sobre los mejores medios para servir a nuestra misión
actual, que debe reflejarse en la renovación y la innovación en nuestros
colegios y modelos pedagógicos.
Todo esto necesita llevar a nuestros colegios a
usar la imaginación ignaciana para proponer e implementar mejores prácticas
educativas que realmente puedan encarnar la excelencia humana de nuestra
educación y transformar a nuestros estudiantes, nuestras sociedades y a
nosotros mismos.”
Nuestra respuesta a este discernimiento nos reta a avanzar en la transformación
educativa de nuestras instituciones que convierta en realidad el modelo de persona que hemos
definido conjuntamente y los impactos que queremos alcanzar y que los iremos
evaluando periódicamente.
En tal virtud, afirmamos que:
- En los próximos cinco años queremos innovar y replantear nuestras prácticas pedagógicas y procesos de gestión escolar, aprovechando la tradición, la innovación ya realizada, los aprendizajes alcanzados, la formación en curso y el impulso educativo de la RUEI, para hacer realidad en nuestro contexto el modelo de persona que queremos educar y los impactos a conseguir.
- Con base en todo ello, hemos de ser capaces de renovar, con una nueva mirada puesta en el alumno, su desarrollo y crecimiento, nuestros procesos de enseñanza y aprendizaje, y poner en marcha iniciativas transversales y experiencias avanzadas de cambio que nos ayuden a hacer realidad nuestro sueño de educación ignaciana.
- Estas iniciativas transversales y experiencias avanzadas de cambio han de contar con los mejores medios para su consecución; por tanto, incluirán: metodologías activas de aprendizaje, el cambio de rol de docentes y estudiantes, un enfoque globalizador e interdisciplinar y la transformación de los espacios de aprendizaje (culturales, tecnológicos y físicos), promoviendo así una nueva forma de organización de nuestros centros.
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